EL ALFARERO
VIO UN VASO,
QUE SE HABÍA ROTO
CON EL USO Y EL TIEMPO,
Y LO TOMÓ
CON MUCHA PACIENCIA
PARA HACERLO OTRA VEZ.




Y YO ERA ESE VASO,
QUE NADIE CREYÓ
QUE SERVÍA;
CLAMÉ: “SEÑOR YO SOY BARRO Y TU ERES EL ALFARERO,
MOLDEAME COMO TU QUIERAS HOY”



Y DIOS TOMO
LOS PEDAZOS
DE MI ROTO CORAZON;
ME HIZO UN VASO NUEVO,
Y REVIVIO MI ALMA
OTRA VEZ.